La olvidada isla prisión de Gran Bretaña
Cuando pensamos en las islas Bermudas, nos las imaginamos como un pequeño paraíso en el Atlántico Norte. Pero mucho antes de que los barcos de crucero atracaran en estas islas, los llamados barcos prisión llevaban a cientos de convictos a la isla, atracando por primera vez en 1824 y permaneciendo allí durante décadas.
Las islas han sido durante mucho tiempo lugares para deportar, exiliar y desterrar a los criminales. Recuerden la isla de Alcatraz, la infame penitenciaría de San Francisco, o en Robben Island en Sudáfrica, que alojó a Nelson Mandela. La colonia penal francesa Isla del Diablo fue inmortalizada en la película de Steve McQueen, Papillon, mientras que Santa Elena en el Atlántico todavía es recordada por el exilio de Napoleón.
Incluso puede ser que estén familiarizados con la historia del transporte de convictos británicos an Australia entre 1788 y 1868, pero el uso de las Bermudas como destino de prisión es menos conocido.
Durante 40 años, los prisioneros británicos trabajaban días agotadores en los astilleros de las Bermudas y morían por miles haciendo trabajos forzosos.
Inglaterra tiene una larga historia de desterrar a su población criminal. En el siglo XVIII, los delincuentes solían ser condenados a siete años en el extranjero en Estados Unidos. Muchos trabajaban forzosamente en las plantaciones en Maryland y Virginia, pero el comienzo de la Revolución Americana detuvo esta práctica.
Gran Bretaña creía que la guerra con Estados Unidos terminaría rápidamente y a su favor, pero a medida que la guerra continuaba, las prisiones se llenaban de personas que no tenían a dónde ir. No se hizo hincapié en reformar a los prisioneros e incluirlos de nuevo en la sociedad.
Gran Bretaña se encontró con una crisis de superpoblación en las prisiones, y recurrió a las prisiones flotantes para hacer frente al aumento de la cantidad de presos. Cada prisión flotante, o ‘hulk’ en inglés, podía llegar a contener entre 300 y 500 hombres, y eran apodadas "infiernos flotantes" por sus condiciones insalubres y peligrosas.
Los funcionarios propusieron varios lugares para enviar convictos, y finalmente se establecieron en Australia. Pero el gobierno sentía que el trabajo de los convictos podría ser utilizado en otras colonias, por lo que comenzó un experimento en 1824 para enviar hombres a las Bermudas.
Trabajadores convictos
Las Bermudas habían sido colonizadas por los británicos desde el siglo XVII, y fueron gobernadas por varias compañías comerciales hasta 1684, cuando la Corona se hizo cargo. Aunque solo tenía 20 millas de largo, la isla ya era extremadamente importante para la estrategia naval. Se utilizó como estación de reabastecimiento de combustible para los barcos británicos que viajaban a puestos de avanzada coloniales como Halifax, Nueva Escocia y el Caribe.
Pero el astillero naval necesitaba modernización, y en lugar de emplear trabajadores locales, los convictos, que eran una fuerza laboral barata y fácil de movilizar, llenaron la brecha laboral.
Las Bermudas no tenían una prisión grande, por lo que los hombres vivían a bordo de los barcos en los que habían navegado (siete en total). Los comerciantes locales, los constructores navales y los balleneros se opusieron, quejándose en los periódicos de que el gobierno estaba enviando un "enjambre de delincuentes" a la isla.
En este punto, gobierno británico ofreció un acuerdo, y es que ningún convicto permanecería en la isla al final de sus sentencias.
En su lugar, tuvieron que volver a casa o viajar an Australia.
El trabajo en la isla no era exento de riesgos. Muchos prisioneros resultaron heridos en los astilleros, otros se quedaron ciegos por el resplandor reflejado del sol mientras picaban piedra caliza blanca.
Los convictos estaban también a merced de los huracanes que golpearon a los barcos y causaron heridos.
Terminaban también quemados por temperaturas abrasadoras y sufrían golpes de sol, y la humedad de la isla causó problemas respiratorios y propagó fiebres mortales a bordo.
El aumento de las tensiones sobre el trabajo, la religión y el consumo de alcohol llevó a peleas entre los prisioneros, sus supervisores y las milicias que los protegían. Algunos intentaron escapar robando barcos y tratando de abordar barcos con destino a Estados Unidos.
Las Bermudas también recibieron personas condenadas en otras colonias británicas, como Canadá y el Caribe. Durante los años de la gran hambruna en Irlanda (1845 a 1852), miles de convictos irlandeses llegaron a la isla, muchos de los cuales sufrían de desnutrición. Esta diversidad fue sorprendente en comparación con las prisiones de Inglaterra.
El experimento terminó después de 40 años, en 1863, cuando se completaron las reparaciones del astillero. Los cascos restantes fueron hundidos o desguazados y vendidos como chatarra, y los convictos fueron transportados an Australia y Tasmania, o de regreso a Inglaterra con muy poco dinero en los bolsillos.
Islas prisión a día de hoy
Las islas prisión están naturalmente aisladas de la tierra forme; escapar es prácticamente imposible. Entonces y ahora, permiten a los estados reclamar la tierra, facilitar el comercio y asegurar las ambiciones comerciales. Las islas tienen muchas ventajas estratégicas y se utilizan con frecuencia como bases militares. Ahora, muchas islas que fueron usadas como antiguas prisiones son sitios del patrimonio mundial de la Unesco y destinos turísticos.
La historia de las Bermudas como isla prisión ha sido olvidada en gran medida, pero esta historia comparte paralelismos con la que se vive a día de hoy. Las prisiones están sufriendo de hacinamiento, y los gobiernos todavía detienen a prisioneros y otros en islas y barcos modificados.
En Dorset, el barco Bibby Stockholm alberga a solicitantes de asilo, mientras que la isla de Diego García, utilizada como base militar entre el Reino Unido y los Estados Unidos, está deteniendo y alojando a refugiados tamiles en el Océano Índico.
Los convictos que vivieron, trabajaron y murieron en las Bermudas son parte de una historia global más amplia de coerción e imperio.
El producto de su trabajo era la fuerza imperial, pero para aquellos enviados a miles de kilómetros de casa y enterrados en tumbas sin marcar, también deben ser recordados por las brutalidades de su experiencia.